martes, 14 de mayo de 2013

ABURGUESAMIENTO DE CRISTIANOS

EL ABURGUESAMIENTO DE LOS CRISTIANOS
Gustavo Flores Quelopana
Miembro de la Sociedad Peruana de Filosofía

LA NOTICIA

El pasado 11 de febrero el Papa Francisco volvió a sacudir a la feligresía católica al denunciar el aburguesamiento de los cristianos.

Lo hizo cuando proclamó 802 santos, entre ellos la colombiana Laura Montoya y la mexicana Guadalupe García Zavala, en una ceremonia en la que dijo que la indiferencia corroe a las comunidades cristianas y denunció el "aburguesamiento" de muchos cristianos. “¡Cuánto daño hace la vida cómoda!, ¡cuánto daño hace el bienestar!, el aburguesamiento del corazón nos paraliza”.

Con una Plaza de San Pedro al tope de fieles (unas 100.000 personas) el Obispo de Roma destacó la virtud y sacrificio de los santos cristianos, proclamó a la primera santa colombiana, la monja Laura Montoya y Upegui (1874-1949), a la también religiosa mexicana conocida como Madre Lupita (1878-1963) y a 800 mártires italianos asesinados en 1480 a manos de los otomanos por negarse a renegar de la fe católica y abrazar la musulmana. Francisco dijo que Laura Montoya fue instrumento evangelización de los indígenas y que enseña a vencer la indiferencia y el individualismo. De Lupita destacó que renunció a una vida cómoda para seguir la llamada de Jesús.

LA CAUSA DE MONSEÑOR ROMERO

Hay que recordar que más de treinta años después, el Papa Francisco valientemente ha desbloqueado la causa de beatificación del monseñor Oscar Arnulfo Romero, llamado por su pueblo, “la voz de los sin voz”, se caracterizó por defender a los pobres y desprotegidos. Este mártir del cristianismo fue asesinado el 24 de marzo de 1980 por un francotirador gobiernista, miembro de los escuadrones de la muerte de la ultraderecha salvadoreña, al comienzo de la guerra civil de El Salvador, acusado por sus detractores de ser un sacerdote “comunista” o al menos de cercano a las corrientes  izquierdistas de la Teología de la Liberación. Su asesinato ocurrió en plena misa de la capilla de un hospital, por defender a los campesinos masacrados durante la guerra civil de El Salvador.

Ya el Obispo francés Jacques Gaillot y el famoso teólogo suizo Hans Küng deploraban desde hace años que el proceso de beatificación de Romero, abierto en 1996, hubiera sido “bloqueado”. Este crimen marcó el cierre de los pocos espacios de participación política en El Salvador y el recrudecimiento de la guerra civil que finalizó en 1992, tras la firma de acuerdos de paz entre el gobierno y la guerrilla salvadoreña. La Comisión de la Verdad determinó que la orden de su asesinato fue dada por Roberto D Aubuisson, fundador del Partido ARENA.

Según afirmó en el 2011 el teólogo italiano Giovanni Franzon, Monseñor Romero, antes de su muerte, no sintió el respaldo del entonces Papa Juan Pablo II, y había sentido que este lo había “abandonado”. Lo que explica, según dice, que si desde 1996 la causa para canonizar a Romero se encuentra en Roma, sólo en 2006 la Congregación de la Doctrina de la Fe acordó iniciar el proceso de beatificación, enviando el expediente a manos de la Congregación para la Causa de los Santos. Acontecimientos que apuntan a que en realidad hubo “bloqueo” a la beatificación, tanto por Juan Pablo II, como por el hasta hace poco Papa, Benedicto VI.

¿LOS PAPAS SE ABURGUESARON?

Al formular esta pregunta no sólo estoy recordando las palabras del Papa Francisco en la Plaza de San Pedro a sus compatriotas argentinos, a los cuales invitó a que en la próxima, en vez de gastar onerosamente sus recursos viniendo a Roma se los repartan a los pobres.

Pues bien, al inquirir sobre el “bloqueo” a la causa de beatificación de monseñor Romero podemos preguntarnos: ¿Llegó incluso a los Papas dicho “aburguesamiento de los católicos” del que habla su santidad Francisco? ¿Fueron indiferentes a defender la causa de los más desfavorecidos?

Resulta difícil esquivar una respuesta afirmativa. Pero la realidad es más compleja. Lo cierto es que Juan Pablo II fue un factor decisivo y desempeñó un rol protagónico, que contribuyo al derrumbe del totalitarismo comunista en Europa. Y el eximio teólogo Benedicto XVI, que vivió los horrores del nazismo, tampoco vería con simpatía cualquier viso que sirva de aliento al comunismo fenecido. Todo lo cual si bien abatió un brazo del monstruo –el comunismo-, al mismo le quedó otro brazo más poderoso aun, a saber, el capitalismo.

En cualquier caso el debate entre igualitarios y conservadores en el seno de la iglesia católica es de antigua data. En nuestra América ya lo vimos encarnado entre los igualitaristas Fray Bartolomé de las Casa y el padre José de Acosta versus el esclavista Ginés de Sepúlveda. En la recomendación para los altos cargos de la curia predominó la nobleza o de alta cuna, pero la corriente igualitaria también se hizo presente. Ya no es un secreto para nadie, que los ochenta años de dominio temporal de los papas del Renacimiento fueron de inmoralidad, nepotismo, crimen y ambición. La pasmosa contradicción entre la gran cultura y las costumbres bárbaras del Renacimiento se concentró en el papado, lo cual provocaría en los pueblos del norte la indignación y rebeldía que desembocó en la reforma luterana (Véase: John Addington Symonds, Los Papas del Renacimiento, FCE, 1999).

En mi opinión, no fue por falta de caridad sino por exceso de celo ideológico, que muchos expedientes de sacerdotes mártires en manos de sangrientas dictaduras esperan hasta hoy el sueño de los justos.

EL MENSAJE DEL PAPA FRANCISCO

Lo cierto es que la autorización dada por el Papa Francisco, se puede asumir como una señal para todo un sector del clero latinoamericano comprometido con las posiciones de la Teología de la Liberación, que ha actuado en favor de los más pobres y más desfavorecidos de la sociedad.

En la actualidad existen expedientes apoyados por comunidades locales que conciernen a otros sacerdotes u obispos del continente latinoamericano, que fueron desaparecidos durante la represión, en especial en la Argentina y Chile, que también podrían progresar y llegar a ser examinados por los servicios romanos.

Muchos mártires cristianos laicos y de sotana, que fueron asesinados por uniformados por defender a los desposeídos, son ya santos en el corazón del pueblo y en el corazón de Dios; la Iglesia sólo reconoce dicha santidad.

De este modo, el mensaje de proclamación de un número impresionante de santos por Francisco, es el fondo no sólo una llamada de atención, de que la vida cristiana implica un estilo de vida cristiano, similar a aquellos 800 mártires italianos que prefirieron morir antes de renegar ante los otomanos de su fe católica, o a la santa mexicana Lupita, que renuncia a las comodidades de la vida para seguir a Jesús. No sólo es eso, sino que Francisco habla de “el daño que hace la vida cómoda y el bienestar paralizando el corazón”, o sea la piedad, el amor al prójimo.

LA CULTURA DEL BIENESTAR MATERIAL

Lo que sin vacilaciones podemos afirmar es que los cristianos católicos en el mundo occidental no siguen un estilo de vida cristiano, sino, más bien, un estilo de vida burgués, esto es, consumista, acumulativo, egoísta, lucrativo, individualista, competitivo, lleno de ambición material y avaricia. Se sigue un humanismo materialista y de la alienación material.

Ahora, primero es el tener antes que ser. Hoy a pocos les importa ser persona, porque la mayoría se conforma con la apariencia de persona. La persona es la entidad espiritual realizadora de valores, en cambio la apariencia de persona es la entidad espiritual realizadora de deseos artificiales e inauténticos. El hombre de hoy no sólo está siendo esclavizado por las cosas y sus propias creaciones, sino que habiendo olvidado el compromiso consigo mismo y con Dios, carece de virtudes y valores.

Entonces, la esclavitud es doble, externa (por las cosas) e interna (por sus bajas pasiones). Alienación y cosificación son sus presentes males. El hombre anético se prolifera, porque se vive para tener en vez de vivir para realizar nuestro ser. En consecuencia, se ha endurecido nuestro corazón y hemos traicionado a Cristo en la vida y acción, aun cuando nuestros labios repitan capítulos enteros del Evangelio. Nos hemos vuelto “sepulcros blanqueados”. No nos extrañe, por tanto, que el mundo musulmán, taoísta, búdico, hebreo y brahmánico, nos vea con escepticismo y extienda su pulgar hacia abajo, en señal de que estamos en una decadencia profunda.

En este sentido, el Papa Francisco pone el dedo en la llaga y se muestra a la altura de la hora histórica, porque en el supérstite capitalismo globalizado se sigue creyendo engañosamente que solamente basta con el progreso en las condiciones materiales de vida. Todos buscan la riqueza material y relegan al olvido la riqueza espiritual, que es la única verdadera riqueza.

Recordemos la parábola del rico Epulón: “Más fácil es que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre al Reino de los cielos”. Cierto que en el Salmo (112, 1-3), también se dice que tener una gran fortuna puede ser signo de la bendición de Dios. Pero Jesús no deja de recordar que es una maldición cuando una persona deposita en ella su corazón.  En todo caso, el veredicto es incontrovertible cuando se señala que: El bienestar y la riqueza espirituales deben preferirse a las riquezas materiales (Lc. 12.33; 16.11).

Así, se comprende mejor el erróneo camino seguido por la historia occidental en la modernidad. Como el otrora comunismo, el actual capitalismo también demuestra que no son suficientes satisfacer las condiciones materiales de vida para devolver al hombre la dignidad que su naturaleza demanda. El hombre es más que materia y sólo materia, el hombre es criatura hecha a semejanza de Dios. Y cuando esto se olvida, como se olvidó en los regímenes imperantes, entonces el hombre se degrada en un bienestar material vacuo y perverso que lo deshumaniza.

GÉNESIS DEL MATERIALISMO IMPERANTE

La sociedad industrial, que creó seres egoístas, avaros y egotistas, y que fracasó en su gran promesa de satisfacer todos los deseos, hunde sus raíces en la Alta Edad Media, el siglo XIII, cuando la civilización de la máquina apenas comenzaba a desplegarse tímidamente. Pero el hecho es que la tensión entre la cultura milagrosa de los santos y la cultura racionalista de los intelectuales (con ayuda del gobierno centralizado, las matemáticas, el racionalismo filosófico, la idea de ley natural, el comercio y la navegación) se quiebra a favor de la economía dineraria. Por lo demás, la creación de la universidad instaura la superioridad del filósofo sobre el sacerdote y dio prestigio, predominio y orgullo social y nacional a la élite intelectual (Véase: Alexander Murray, Razón y sociedad en la Edad Media, Taurus, 1983).

Florece el comercio, la moneda, surge la banca, el crédito, el interés, el lucro, aparece la ambiciosa y emprendedora burguesía urbana, mientras que la nobleza grande, rica y militar se volvió magnánima, renunciante y mártir (Véase: J. Le Goff, Mercaderes y banqueros de la Edad Media, Eudeba, 1975). No es casual que gran parte de los santos de la época provenga de la nobleza; una excepción notable lo fue San Francisco de Asís, de padres burgueses y el monasticismo ascético. Por lo demás, es providencial que de este prodigioso santo antiburgués tome su nombre el actual papa Francisco, que tiene el desafío de revitalizar la fe en medio del materialismo burgués.

Lo cierto es que el surgimiento temprano de la economía dineraria en pleno desarrollo del mejor momento de la escolástica, con santo Tomás de Aquino, no sólo provocó una reacción filosófica sino incluso artística. Así, el arte gótico fue una reacción espiritual de la cultura religiosa ante el predominio creciente dela economía dineraria (véase Georges Duby, San Bernardo y el arte Cisterciense, Taurus, 1983)

Es decir la visión racionalista se fue abriendo campo desde los siglos XII y XIII porque desde el siglo XI se iba imponiendo la institución dineraria con su carácter estrictamente monetario, y en lo psicológico se fortalecieron los impulsos de avaricia y ambición. Además, creció la comprensión de la importancia de la razón para controlar el entorno. Dinero, ambición y razón fueron las bases del renacimiento intelectual de la Edad Media central.

Sin embargo, la gran separación entre ética y economía se dio en el siglo XVIII, en plena era de la Ilustración. En esta época el capitalismo transformó la conducta económica y efectuó un cambio de los valores humanos. El desarrollo del sistema económico quedó determinado no por lo que era bueno para el hombre, sino, por lo que era bueno para el sistema. Se trataba de un sistema que funcionaba solo y se valía de sus propias leyes. La relación del hombre con la naturaleza se volvió hostil y brutal. Predominaba la era paleotécnica de la máquina (véase: Lewis Mumford, Técnica y civilización, Alianza, 1977), a base de la destrucción del ambiente y del hombre a escala industrial.

Vino la degradación del trabajador y surgió el hombre económico. Se abrió camino la inanición de la vida, con la degradación de la mente y de los sentidos. En nombre del progreso se sometió a la vida a límites de barbarie. Basta recordar las ciudades negras por el hollín del carbón de las fábricas del siglo XIX durante el industrialismo inglés. Las novelas de Charles Dickens retratan bastante bien la falta de respeto a la dignidad del hombre bajo esta sombría época. Las grandes sinfonías de la época fueron la racionalización y la compensación estética ante un mundo enfurecido.

Ante la ominosa situación en 1891 el papa León XIII publica la Carta encíclica “Rerum Novarum”, que condena la lucha de clases proclamada por el marxismo y que reclama ante el capitalismo las condiciones fundamentales de la justicia. Esta línea ha tenido su continuidad en las últimas encíclicas:”Laborem Exercens” (1981) de Juan Pablo II y “Caritas in Veritate” (2009) de Benedicto XVI, las cuales denuncian la globalización actual ante la carencia de una lógica de solidaridad y caridad.

NUEVOS RUMBOS

Entonces, es a estas alturas del análisis que se vislumbra, que la condena del papa Francisco al “aburguesamiento católico”, se dirige hacia la proclamación de una nueva carta encíclica social, que no se limite a condenar la falta de caridad del capitalismo actual, sino que invoque enérgicamente a asumir un estilo de vida no capitalista, verdaderamente cristiano, solidario y reivindicativo. El fin último del hombre es un fin sobrenatural pero que se decide en la lucha por el bien en la tierra.

Pero aun más. Ha llegado el momento de definirse por los pobres de la tierra, los desposeídos, los necesitados de Cristo, proponiendo nuevas instituciones económicas, sociales, políticas y culturales que sean capaces de contrarrestar la ola de secularización, ateísmo práctico, consumismo, hedonismo y nihilismo creciente en nuestra época posmoderna.

No tiene sentido pensar que el fin último es Dios y no el bien común. Ya lo dice el evangelio: “Apartaos de mí, hijos del demonio, cuando tuve sed no me diste de beber, cuando tuve frío no me abrigaste y cuando tuve hambre no me diste de comer”. Pues, no se puede amar a Dios sin amar a su creación, y entre toda su creación, a su criatura hecha a imagen de la divinidad, el hombre. Es un misterio grato que Dios haya abrigado la idea de crear al hombre.

En este sentido, santidad no es retraimiento, quietud, renuncia o huída del mundo, sino, por el contrario, es lucha por el bien temporal y espiritual de la humanidad, como el mejor homenaje que se puede hacer al Creador. Santidad es unión ontológica con Dios a través del amor al prójimo. Es intolerancia ante la injusticia y el pecado. Es amor a lo bueno y a lo justo. Sin dedicar la vida a los otros, escuchando la voz interior de Dios, no existe santidad (Véase: Thomas Merton, Vida y Santidad, Herder).

Una última reflexión para finalizar. Es necesaria una nueva cristiandad, que se comprenda que no se juzga las almas sino el valor moral de los actos, que la política de derecha y de izquierda olvida a Dios y se pone de lado de lo luciferino. No hay sistema político que nos salve si antes no efectuamos la realización interior de nuestros corazones. Y finalmente, hay que oponer un humanismo de la encarnación a los humanismos que desvaloran lo material o sobrevaloran lo humano.

Lima, Salamanca 14 de Mayo 2013