jueves, 19 de febrero de 2015

LA TEOLOGÍA UFOLÓGICA NO ES CUESTIÓN DE FE

LA TEOLOGÍA UFOLÓFICA NO ES CUESTIÓN DE FE
Gustavo Flores Quelopana
Sociedad Peruana de Filosofía
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Un dogma de fe en la Iglesia Católica no es cualquier opinión sostenida por algún clérigo, ni siquiera por el Papa. En el seno de la iglesia se permiten muchas opiniones sobre diversas cuestiones cruciales, pero no todas ellas son parte del Dogma de Fe. La fuente del dogma es triple: la Revelación, la Tradición Apostólica y el Magisterio de la Iglesia (Concilios ecuménicos). 

La Revelación está cerrada pero la historia de la Salvación está abierta. La Revelación no es el dogma, pues donde termina la Revelación empieza el dogma. La Reforma negó muchos dogmas y ahora la ufolatría emprende la modificación de la Revelación. El mundo moderno descristianizado crece contra el dogma. 

Es verdad que los dogmas no son inmutables, lo inmutable es la Revelación. Los dogmas tampoco buscan contraponerse a las verdades naturales, filosóficas o científicas, sino interpretar la Revelación. En suma, el dogma es la interpretación de la Revelación bajo las tres fuentes arriba indicadas. Dios preparó a la humanidad desde la religión natural, pero la religión natural no basta para comprender las verdades reveladas.

En síntesis, las opiniones de los teólogos ufológicos: Corrado Balducci, Funes, Consolmagno, O´Meara y otros, no constituyen la posición de la iglesia sino solamente opiniones privadas sobre el asunto ovni. Nada autoriza tomarlas como si fueran verdades de fe.

Los argumentos esgrimidos por el sacerdote dominico Thomas F. O´Meara y sus acólitos, refleja ser parte de la gran mayoría de literatura sobre el tema que no puede ser considerada rigurosa en sentido teológico, filosófico, ni científico. Y es una prueba más que la ufología se ha convertido en ufolatría, por tratarse más de una fervor y una apología del origen extraterrestre, que de un esfuerzo sincero por acrecentar el saber de buena tinta de los mismos.

En otros términos, la posibilidad de inteligencia extraterrestre es de tal alcance teológico que implica una reconceptualización de las cinco partes escatológicas de la historia del mundo, a saber, la Creación, la Caída, la Redención, el Juicio y la Salvación. No se trata de cerrarse dogmáticamente a su posibilidad teológica, pues en el catolicismo –a diferencia de las sectas- no cabe ninguna postura fundamentalista ni irracionalista, y el propio Papa Francisco admitió la posibilidad de expedir el bautizo si dichos seres se lo pidieran. Pero lo que de ninguna forma se puede admitir seriamente es la existencia de seres inteligentes galácticos sin pruebas fehacientes y entregarse a la simple especulación. Ni la ciencia más serena lo hace, ni tendrían que hacerlo la teología más lúcida. El puesto del hombre en el cosmos es central en las teologías monoteístas y su cuestionamiento sin pruebas introduce confusión y desorientación en vez de avance cognoscitivo.

Que la posición de la Iglesia haya cambiado y sea más dialogante con la ciencia, no significa que deba aceptar como cierta toda clase de utopías pseudocientíficas ni científicas. El fin del geocentrismo no hizo perder el papel crucial del hombre en el universo dentro de la fe, y el fin del antropocentrismo vía la existencia de inteligencia extraterrestre puede incluso hacer crecer dicho papel por el camino del cosmocentrismo. Un razonamiento milenarista y apocalíptico me fue recientemente expuesto en el sentido que si una nave alien aterrizara en la tierra debía ser tomado como prueba fehaciente de su existencia o por seres demoníacos camuflados de ET como preanuncio de la llegada del Anticristo. Personalmente sostengo que si se presentaran dichas criaturas su identidad no demoníaca debería ser confirmada, o sea la posibilidad de aceptar su evidencia no está cerrada; de lo contrario no tardaría en manifestarse su naturaleza malévola y confirmarse el protagonismo del Maligno en el asunto extraterrestre y en el inminente advenimiento del Armagedón.

 El verdadero iniciador de la teología ufológica fue el monseñor Corrado Balducci (1923-2008). El jesuita Balducci se graduó en 1954 en la Academia Pontificia Eclesiástica. Teólogo, demonólogo, exorcista y ufólogo, sostenía Balducci que el contacto extraterrestre es real, que dichos encuentros no son demoníacos, ni se deben a trastornos psicológicos, ni son producto de posesiones de entidades, y que deberían ser estudiados cuidadosamente. Balducci, autor del libro “Ángeles ayer, extraterrestres hoy” insistió en que la reencarnación era aceptada hasta el Concilio de Constantinopla del 543 n.e., también dijo que el Vaticano estaba haciendo un seguimiento directo de incidentes referentes a encuentros extraterrestres reportados a las nunciaturas o embajadas en diferentes países. Balducci hizo afirmaciones como éstas: "Dado que el poder de Dios es ilimitado, no solo es probable sino posible que existan planetas habitados"[1]. "Es probable que existan otros seres, lo que no sería extraño, entre la naturaleza humana y la angelical (preternatural), de las cuales tenemos certeza teológica, aunque hay una discrepancia muy grande al respecto. Y aparte del hombre, cuyo espíritu está subordinado a la materia, y los ángeles que sólo son espíritu, es probable que existan seres que tengan espíritu además de cuerpo y materia, de modo similar a nosotros. Es posible que exista aquello que denominamos OVNIs, así como pueden existir las personas que aparecen junto a estas naves, las cuales no sólo tendrían ciencia sino además una habilidad natural superior a la nuestra"[2].

Los excesos y graves errores del padre Balducci se centran en el supuesto falso de que entre el hombre y los ángeles existen otros seres debido al poder ilimitado de Dios. Incluso su tesis llega a ser más radical, porque identifica a los ángeles con los extraterrestres. No obstante su argumento es erróneo.

Primero, Dios no puede hacer todo. Como es Santo no puede pecar, mentir, ni engañar. Achacar a su omnipotencia la existencia de aliens es distorsionar su Voluntad desdeñando su Inteligencia y su Amor. Balducci sucumbe al engaño del demonio y olvida que Dios no hace todo lo que puede su voluntad, sino lo que quiere su amor. Además, el peligro moral de su mensaje es inculcar la idea de que los demonios son extraterrestres benévolos, vigilantes y guardianes de la humanidad desde una falsa e inexistente Federación Galáctica. Así que es totalmente falso que la libertad de Dios no tenga límites.

Hay más aun. Esta atención exagerada y unilateral al poder ilimitado de Dios no es de origen cristiano sino pagano y se remonta al plotinismo. Plotino recoge lo Uno de los neopitagóricos, la teología negativa de Filón de Alejandría, se aparta de la teología natural de Aristóteles y del dualismo de los gnósticos del siglo II, y acentúa la absoluta trascendencia de Dios, como la Academia media. Contra Aristóteles el neoplatonismo sostiene que la explicación del ser no procede de abajo hacia arriba sino de arriba hacia abajo, por emanación y participación del primer Uno. La emanación se basa en la idea platónica que lo perfecto funda lo imperfecto. La realidad plena es lo Uno, hasta llegar a las sombras. El Uno es el ente perfectísimo de cuya gracia todo ser vive. Dios es Inteligencia, Libertad y Voluntad. Y así con Plotino surge en la filosofía occidental la metafísica de la Voluntad. Lo Uno no hace nada sin querer, sin amor. Este primado de la voluntad es recogido por Duns Escoto (1266-1308), en Dios están unidas Voluntad y Sabiduría y la voluntad siempre puede afirmar su libertad. En la baja escolástica también lo recoge el nominalismo de Guillermo de Occam. En Dios no hay universales y por eso su voluntad es libre, pero la omnipotencia de su voluntad se atiene al principio de contradicción y al orden que ha elegido para el mundo. No hay universales en Dios, Él sólo crea lo individual. Dios solamente conoce la verdad, el hombre está sólo en posesión de signos. Su nominalismo no es completo porque aun busca la verdad objetiva, afirma la trascendencia de la substancia y la cualidad pero espacio y tiempo son subjetivizados. La doctrina sobre el poder de Dios es doctrina de fe y no un principio de razón. Se descarta el racionalismo de razón y fe y se queda sólo con la fe y la gracia divina. Se abre entonces una intensa polémica porque esto lleva a que en Dios sabiduría y voluntad ya no estén unidas.

También el pensamiento protestante se basa en la idea de la omnipotencia divina y a partir de la cual elabora la doctrina del servo arbitrio. Al pensamiento protestante le es fácil eliminar todo teleologismo porque exagera la trascendencia de Dios dejando al hombre prácticamente sólo con su pecado. La religiosidad protestante lleva a sostener la antinomia entre la libertad divina y la humana. Exagerando la libertad divina no que comprende la libertad humana es relativa y no absoluta. Por tanto, no hay tal exclusión con la libertad divina. Pero el, pensamiento protestante exagera la providencia y omnipotencia de Dios. Esta antinomia de la libertad humana llega a repercutir sobre el filósofo N. Hartmann.

En suma, la exageración del poder ilimitado de Dios tiene un largo precedente en la historia del pensamiento y es el argumento favorito de la teología ufológica, la cual olvida que en el constitutivum metaphysicum de Dios no se trata de saber lo que es realiter, sino solamente lo que es según nuestro intelecto. Pues, ya santo Tomás de Aquino sienta un principio fundamental de toda reflexión teológica: “de Dios no podemos saber nada lo que es, sino sólo lo que no es” (S.T. I, 9. 3 introd.). Pero el misterio cristiano no hace referencia a algo escondido, sino a algo que se que se revela y cuya manifestación más excelsa es la Encarnación y la Redención. El Dios del cristianismo, a diferencia al dios heleno sin amor, viene al hombre con el espíritu de la verdad, que es voluntad infinita subordinada a su inteligencia infinita. Por ello, me pliego a la postura que sostiene que lo constitutivo de Dios no es la voluntad absoluta, porque se llegarían a consecuencias absurdas (“2+2=5”), sino el saber absoluto, al cual se subordina su poder y amor. Esta unidad la olvida el jesuita Corrado Balducci y al sobrestimar el poder divino infinito como agón (impulso) cósmico, coloca incluso a Dios por debajo de éste. Con ello se retrotrae al logos emanatista de los griegos que está por encima de Dios. Si en la esencia del amor antiguo no hay acto de amor sino solamente acto de atracción, en el poder ilimitado de Balducci Dios corre detrás arrastrado por el impulso del su poder infinito. Lo cual es absurdo.

Dios creó la esfera del micromundo, la esfera del macromundo y la esfera espiritual para que el hombre se maraville con su creación, y no lo hizo para engañar, confundir, ni mentir a la humanidad, haciendo, por ejemplo, que p sea no p, ó 5+5 sean 12. La creación de Dios no es un alarde de su infinito poder u omnipotencia, porque lo infinito de Dios es Dios mismo y no su voluntad aislada de él. Y lamentablemente la ufología teológica desde Corrado Balducci, Funes, Consolmagno y O´Meara parten del mismo principio errado de sobreponer la voluntad divina a su omnisciencia y amor. Cuando, por el contrario, en Dios prima el divino Intelecto para hacer que el universo no sea un caótico amasijo de tendencias contrapuestas, sino ordenado según leyes físicas, morales y divinas. El orden del cosmos no es gratuito ni resultado de una ilimitada voluntad, sino resultado de una serena inteligencia que hace las cosas con amor. Y por ello auxilió la razón natural del hombre con la Revelación, y por su intermedio el hombre tiene la certeza que por encima de él están los ángeles y no los ficticios extraterrestres. El único interesado en revertir inútilmente la Revelación y confundir al hombre es el Engañador y no Dios.

Así, la gran desgracia del mundo moderno es el odio a Dios y el mundo moderno se complace en haber más fácil la vida material pero más difícil la vida espiritual. En esta honda pérdida del sentido de la vida y del arte de vivir se pierde también el sentido de Dios mismo y pululan toda clase de ideas extraviadas sobre su esencia metafísica. En un mundo donde las cosas se han hecho más grandiosas e importantes, donde solamente triunfa la inteligencia calculadora, se adora la voluntad de poder y el hombre se hace más pequeño e insignificante, se tenía que destacar exageradamente el poder ilimitado de Dios sin importar su amor e inteligencia. Pues es precisamente ese amor e inteligencia divina lo que pone límites a su propia naturaleza omnipotente y no convierte al universo en un pleroma inconsistente y contradictorio.

Para criaturas racionales como nosotros puede parecer más importante el poder infinito de Dios, pero en Dios –según nuestro entendimiento- eso no es así. Ya el texto de Job nos muestra que más grande que el poder infinito del Señor es su libertad creadora y la gratuidad de su amor[3]. También santo Tomás de Aquino, aunque insiste en la incompresibilidad de Dios, admite su predicación por analogía. Y analógicamente se puede decir que en Dios hay ciencia del modo más perfecto[4], de manera que su poder infinito, su libertad creadora y la gratuidad de su amor responden del modo más perfecto a su sabiduría. De modo que en Dios su voluntad increada y su amor gratuito es consecuencia de su entendimiento y no al revés, como algunos piensan. Dios no es amador desbocado ni un poderoso incontenible, sino que responde todo ello a su entendimiento infinito. Dios no quiere de suyo todo lo que puede, o dicho de otra forma, su voluntad y su amor son razonables.

En este sentido la teología ufológica de Corrado Balducci y compañía está basada en graves distorsiones teológicas y conceptuales, en un nominalismo voluntarista que desfigura el constitutivum metaphysicum de Dios, en la falacia de la vastedad y da paso a la creación de otro evangelio y revelación, a todas luces luciferino. Es un ataque profundo del satán a la correcta comprensión salvífica, redentora y soteriológica de Jesucristo, dirigida al sentido común en plena era de la increencia y del auge de la racionalidad técnico-científica.

Consultar: 
Henri Rondet (1972) Historia del dogma, Barcelona, Editorial Herder.
E. Dezinger (1980) El Magisterio de la Iglesia, Barcelona, Editorial Herder.
L. Alonso Stokel (1972) La Palabra Inspirada, Barcelona, Editorial Herder.
A. Grea (1973) La Iglesia y su divina Constitución, Barcelona, Ed. Herder.
E. Coreth (1974) Cuestiones fundamentales de la hermenéutica, Barcelona, Ed. Herder.
G. Philips (1980) La Iglesia y su Misterio, Barcelona, Ed. Herder.

Lima, Salamanca 19 de Febrero 2015



[1] Adriano, Forgione. «UFOs and the Vatican». UFO India.
[3] Job 38, 4-38; 40, 4-9; 42, 2.
[4] Cf. Tomás de Aquino, Suma Teológica, cuestión 14, 1.